El hecho de que España y Portugal acepten la resolución de ALEJANDRO VI prueba lo firme que sigue siendo la autoridad del Papa.


El hecho de que España y Portugal acepten la resolución de ALEJANDRO VI prueba lo firme que sigue siendo la autoridad del Papa, a pesar de la inmoralidad de su vida privada. Es más, aunque es de origen español, actúa en este caso con absoluta imparcialidad, pues, además de hábil político y buen administrador, suele ser justo en su decisiones. Los otros países europeos, deseosos de participar también en el pastel colonial, protestan airadamente. El rey de Francia, CARLOS VIII, comenta: “Antes de aceptar ese reparto quiero que se me muestre en qué cláusula del testamento de Adán se dispone que el mundo pertenezca a los españoles y a los portugueses.” Sin embargo, es tanto el poder de España y Portugal y tanta la influencia papal que, de momento, hay una general resignación (La revuelta luterana contra Roma y la fundación de la Iglesia Anglicana romperán el tabú y pronto comenzarán las correrías de ingleses, holandes y franceses por América y Asia.)