JUAN XI (Papa)(931-935)

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MAROZIA que tenía veinte años, conquista el corazón del papa SERGIO III.


El papa SERGIO III, a partir de la fecha, tiene supuestamente como amantes a la esposa de TEOFILACTO I -TEODORA la Mayor- y a su hija MAROZIA que con veinte años ha conquistado el corazón del papa SERGIO III -ya cincuentón- y supuestamente de sus relaciones sacrílegas nacerá en 910 un hijo llamado JUAN (Futuro papa Juan XI). Las alegaciones acerca de la relación de MAROZIA con SERGIO serán en gran parte desechadas, pero es indiscutible que fue la madre de JUAN. De hecho hay sobradas razones para pensar que el padre de JUAN es el esposo de MAROZIA, ALBERICO I, duque de Spoleto. Por otra parte, en su relación con Bizancio, SERGIO III autoriza el cuarto matrimonio del emperador LEÓN VI con su amante ZOE, que le ha dado su único heredero. Con ello no sólo se enfrenta con el Patriarca de Constantinopla, NICOLÁS el Místico, sino que ignora tanto la legislación civil de la época, como la eclesiástica.

El hijo que nace de MAROZIA Y SERGIO III será legitimado y se convertirá en el futuro papa JUAN XI.


El hijo que nace de MAROZIA Y SERGIO III, en 910, será legitimado por ALBERICO I y se convertirá en el futuro papa JUAN XI.

JUAN XI -papa- (11.3.931 – 12.935). MAROZIA consigue colocar en el trono pontificio a su hijo.


JUAN XI -papa- (11.3.931 – 12.935). MAROZIA consigue colocar en el trono pontificio al hijo -ya de 21 años-, que según el cronista Liutprando, habia tenido en su relación sacrílega con el papa SERGIO III. Es el séptimo y último papa de la época conocida como “Pornocracia”. La figura de esta mujer, MAROZIA, libertina y ambiciosa es realmente importante. Más allá de sus pasiones amorosas, de sus adulterios y de sus numerosos matrimonios, en ella se ve una voluntad decidida de imponer virilmente el imperio de la propia ambición para erradicar de Roma la anarquia feudal fundar un fuerte poder civil que anule el poder temporal de los papas. Destinado desde su infancia a la carrera eclesiástica, a pesar de su vida disoluta y total falta de espiritualidad es elegido papa gracias a las intrigas de MAROZIA pasando a convertirse, al igual que sus predecesores en el solio pontificio, en un títere en manos de su poderosa madre. Durante su pontificado concederá a la abadía de Cluny el privilegio de incluir bajo su jurisdicción las abadías que sean reformadas según sus reglas, lo que supondrá que el abab HUGO de los cluniacenses alcance un poder y una influencia superior a la del propio papa.

MAROZIA, viuda de GUIDO de Toscana, se casa con el rey HUGO de Provenza. Encarcelada, es asesinada.


En 929 ha fallecido Guido de Toscana y MAROZIA decide en 932 casarse con su cuñado, el hermanastro de su difunto marido y rey de Italia, HUGO de Provenza, para lo cual se debe anular el matrimonio de HUGO ya que este se encuentra casado. La anulación matrimonial la consigue fácilmente ya que el papa que rige la Iglesia es JUAN XI, el propio hijo de MAROZIA. MAROZIA también espera que HUGO sea coronado emperador por su hijo. Su otro hijo, ALBERICO II (hijo de ALBERICO I), se opone violentamente a todo ello. Cuando se está celebrando el banquete de bodas, HUGO insulta a ALBERICO. Este se revela contra su madre y empuja al pueblo de Roma a levantarse contra la opresora. ALBERICO II encarcela a su madre y a su hermano, el papa JUAN XI. El marido de MAROZIA se las arregla para huir. A JUAN XI lo liberará finalmente pero lo mantendrá bajo arresto domiciliario hasta su muerte que ocurrirá unos meses después. Nada más se sabrá de MAROZIA que seguramente será asesinada en prisión. A partir de este momento, ALBERICO II domina la ciudad y se asegura la sucesiva elección de todos sus candidatos al papado: León VII, Esteban VIII, Marino II y Agapito II.

Fallece JUAN XI recluido bajo arresto domiciliario. Roma se convierte en un ducado independiente.


Fallece el papa JUAN XI que está recluido bajo arresto domiciliario. Roma se convierte en un ducado independiente al mando de ALBERICO II -hijo de MAROZIA- el cual con el apoyo de ODÓN, el abad de la poderosa abadía de Cluny, dirigirá la política eclesiástica de la Iglesia durante los siguientes papados.