En el año 1000 aC algún pueblo del Asia Menor escapando por mar de los frigios alcanza las costas occidentales de Italia. Más tarde serán conocidos como los “etruscos”, y la suya será la primera civilización de aquella península. Su lengua nunca ha sido descifrada, y es poco lo que sabemos de ellos.

Por estos años, el poderío etrusco se expande a lo largo de la costa centrooccidental de Italia, y se va formando una unión poco estrecha de ciudades-estados, cada una de ellas gobernada por un rey. La mitología romana vincula el origen de Roma y de la institución monárquica al héroe troyano Eneas, quien, huyendo de la destrucción de su ciudad, navega hacia el Mediterráneo occidental hasta llegar a Italia. Allí funda la ciudad de Lavinio, y posteriormente su hijo Ascanio funda Alba Longa, de cuya familia real descienden los gemelos RÓMULO y REMO, los fundadores de Roma. Así, pues, en sus comienzos, Roma será una ciudad etrusca o, al menos, dominada por los etruscos. La civilización etrusca -desde el año 1.000 aC- fue la primera de la península italiana. Su lengua nunca ha sido descifrada y es poco lo que sabemos de ellos.

En estas fechas, en Sicilia y en la península Itálica, las polis griegas se han extendido por sus costas. Sin embargo, las situadas al este de Sicilia tropiezan con el poder cartaginés al Oeste, mientras que en la península Itálica, los griegos se enfrentan a los etruscos en el Norte.

Los etruscos prosperan en la Italia occidental y comienzan a expandirse en dirección norte, hacia el valle del Po. La ciudad de Roma continúa gobernada por sus (legendarios) reyes. El quinto de esos monarcas, es TARQUINIO PRISCO (616-578 aC). Es etrusco, y esto apunta a que después de siglo y medio de su fundación, Roma sigue siendo esencialmente etrusca. TARQUINIO, el primero de ellos, culto e inteligente, se gana la voluntad de los romanos mediante dádivas y, dicen que será el primero en dirigir un discurso al pueblo pidiéndole su nombramiento. Para celebrar su triunfo y contentar a la plebe, organiza los primeros juegos en el actual emplazamiento del Circo Máximo, inaugurando una costumbre que no se interrumpirá desde entonces. Con el fin de reforzar su autoridad se hace construir un palacio, en el que se muestra, ante nobles y plebeyos, rodeado de un fastuoso ceremonial. TARQUINIO PRISCO convertirá Roma en una auténtica ciudad, con calles bien trazadas y barrios delimitados, cuyos desechos se arrojarán al Tíber a través de la Cloaca Máxima.

El hueco que deja Tiro lo ocupan en seguida los avispados griegos foceos que llevan siglos compitiendo por el mercado de los metales. El Creciente Fértil no puede quedar privado de sus suministros de estaño. ¿De dónde procede casi todo el estaño?. De Bretaña y las islas Británicas. Los griegos foceos se hacen cargo de la cartera de clientes de los fenicio-tartesios y derivan el estaño por la ruta del Ródano y Saona hacia Massalia (Marsella), su gran emporio comercial. También los etruscos se apresuran a participar en el Mediterráneo. La tensión va creciendo. Pero la euforia durará poco porque los cartagineses, considerándose legítimos herederos de Tiro, arremeterán contra ellos y recuperarán sin contemplaciones los mercados perdidos. La malhumorada reacción cartaginesa dejará elocuentes huellas arqueológicas: en Sicilia y el Levante español se encontrarán numerosos rastros de poblados griegos destruidos a finales del siglo VI. En algunos casos el grueso estrato de cenizas probará que el saqueo ha sido seguido de incendio.

En 550 aC, los etruscos se aproximan al apogeo de su poder. Por el norte se han extendido por el valle del Po, y hacia el sur llegan hasta las ciudades próximas a Nápoles. La ciudad de Roma está
gobernada por su sexto rey, SERVIO TULIO, que también puede haber sido etrusco.

Los cartagineses, a las órdenes de la familia de lmagónidas, se hallan asimismo en un proceso de expansión. Crean auténticas ciudades en Ispanim o Hispania, donde antes sólo había factorías fenicias (como Sexi o Malaka), y abriendo nuevas rutas comerciales hacia el Atlántico. Los cartagineses también están presentes en el oeste de Sicilia (en creciente competencia con los griegos) y en la isla de Cerdeña, por lo que interpretan la presencia griega en Córcega como una amenaza para sus intereses. Los etruscos, asentados en el norte de Italia, también recelan del tráfico griego frente a sus costas y pronto sellan una alianza con Cartago.

En la fecha, la flota cartaginesa/etrusca (estimada entre 100 y 120 naves) se dirige a Alalia (actual Aleria situada al este de Córcega) con la intención de destruirla, bajo el pretexto de que se trata en realidad de un nido de piratas. A ella se enfrenta una escuadra focense de apenas 60 naves (probablemente penteconteros, provistos de 48 remos y 2 timones, ya que la trirreme aún no está muy extendida). Los griegos consiguen suplir la inferioridad numérica con su superioridad táctica, por lo que logran destruir la flota enemiga. Sin embargo, este resultado es en realidad una victoria pírrica para los griegos, cuyas pérdida serán tan cuantiosas que habrán de renunciar a su política expansionista. 40 de las 60 naves utilizadas serán destruidas, y de las restantes muchas quedarán dañadas. Las pérdidas cartaginesas/etruscas son desconocidas.

Griegos y cartagineses/etruscos, después de la batalla naval de Alalia, en la fecha, establecen sus respectivas zonas de influencia: los griegos comerciarán con el norte de la Península Ibérica y los cartagineses con Levante y el sur. Con ello queda interrumpida la expansión griega y la colonización ya no prosigue. Los cartagineses destruyen las ciudades tartésicas y algunas colonias griegas, como Maineke, apoderándose de todo el imperio tartesso que se extiende por Andalucía y Murcia, para la explotación de las mayores minas de plata de la antigüedad. Los cartagineses recuperan los mercados de la Península sin contemplaciones y bajan los humos de los caudillos y reyezuelos que han aprovechado el eclipse fenicio para comerciar por su cuenta. La frase “Non plus ultra” expresa el cierre del estrecho de Gibraltar por los cartagineses a fin de impedir la presencia de otros navegantes.

Los etruscos se apoderan de Bolonia y se establecen en el valle del Po.