Durante el reinado del emperador SIMEÓN I el Grande (893–927), el hijo de Boris, Bulgaria alcanza su máxima expansión territorial en su historia.

CONSTANTINO VII, emperador de Bizancio (913-919). Asciende a la dignidad imperial a la edad de 7 años en 913, bajo la regencia del patriarca NICOLÁS el Místico. NICOLÁS se verá obligado a firmar la paz con el rey de Bulgaria SIMEÓN I, al que tuvo que reconocer como emperador o zar de Bulgaria. A causa de ello, NICOLÁS será desplazado de la regencia por la madre de Constantino, ZOE Karbonopsina.

SIMEÓN I el Grande de Bulgaria logra ganar una supremacía militar sobre el Imperio bizantino, demostrada en la batalla de Aqueloo, una de las batallas más sangrientas en la Edad Media, así como una de sus victorias más decisivas. Su reinado también verá el desarrollo de una cultura eslava cristiana muy rica y única, que se convertirá en un ejemplo para otros pueblos eslavos de Europa del Este y también fomentará la existencia continua de la nación búlgara, a pesar de fuerzas que la amenazan. Es el primer soberano de este país que adopta el título de «tsar» (zar; versión eslava de «Caesar»). Esto significa que hay dos monarcas en el Este que se llaman a sí mismos emperadores. Hay un tercero en Occidente: Arnulfo, sobrino de CARLOS el Gordo.

Hasta 924, SIMEÓN I de Bulgaria efectúa incursiones en el Sur en numerosas ocasiones, penetrando hasta las murallas de Constantinopla. Éstas siguen siendo inexpugnables, y SIMEÓN carece de marina. Constantinopla lo repele animando a los pechenegos, una nueva ola de tribus asiáticas que descarga sobre Europa, a que atacar Bulgaria por el Este. Los serbios, un pueblo eslavo que controla el traspaís adriático (los propios bizantinos siguen ocupando el litoral), también lucha contra los búlgaros por el Oeste.

El 27 de mayo de 927, SIMEÓN I de Bulgaria muere de un paro cardíaco en su palacio de Preslav.