Los hérulos, originarios del sur de Escandinavia, están emigrando desde hace unos años hacia el sur del continente. Muchos de ellos serán mercenarios en los ejércitos de Roma.

Los hérulos -que se unirán a los godos- en el siglo II ocupan el litoral septentrional del Mar Negro.

Los hérulos que en el siglo II ocupaban el litoral septentrional del Mar Negro realizan -empujados por los hunos- incursiones puntuales por distintos lugares del centro de Europa. En la fecha aparecen por la Galias aprovechando la situación confusa del momento, pero son repelidos.

Sicilia y la península Itálica son ocupadas por los Hérulos. Un jefe hérulo, Odoacro, depone al último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo (476), y  es nombrado rey de Italia por sus tropas (476 – 493)

En la fecha, ODOACRO, con un ejército de mercenarios germánicos, depone al último emperador de Occidente que sólo tiene diez años y que por una ironía del destino se llama RÓMULO AUGÚSTULO (lleva los nombres del primer rey y del primer emperador de Roma). ODOACRO ya no se molesta en nombrar a otro emperador títere; deja en suspenso el título y devuelve las insignias imperiales a Constantinopla, en la que reina el emperador ZENÓN quien acaba de recuperar su trono y se tiene que limitar a nombrar a ODOACRO gobernador de Italia (476-493). ODOACRO, en un principio se somete al emperador de Oriente, pero aumentará paulatinamente su independencia y su poder, cosa que preocupará cada vez más a ZENÓN. El destino final de Rómulo es desconocido.

Los ostrogodos vencen definitivamente a los hérulos y se instalan en la península itálica y Sicilia.

Los lombardos expulsan a los hérulos de Transilvania (Rumanía). La mayoría de los reinos germánicos que se establecen en el antiguo Imperio de Occidente resultan, a escala histórica, efímeros. Las tierras conquistadas sufrirán un retroceso demográfico, las ciudades se despoblarán y la alta cultura romana casi desaparecerá. La lengua germánica sólo desplazará al latín en la franja más septentrional.

Desde que se ha instituido la sede episcopal de Roma, los fieles, y en mayor medida los emperadores cristianos, van donando a la Iglesia romana cuantiosos bienes territoriales, algunos de ellos constitutivos de importantes extensiones de terreno. Estas posesiones, más otras de carácter inmueble, vienen a integrar lo que se conocerá como “Patrimonio de San Pedro”, y estarán diseminadas por toda Italia e incluso fuera de el