CONCILIO ECUMÉNICO 19 (de Trento) (1545-1563) CONTRARREFORMA

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El recién elegido papa, PABLO IV, no hace nada por reactivar el Concilio de Trento. Él se considera por encima de todo.


EL Papa PABLO IV, al acceder al solio pontificio, el ya dilatado concilio de Trento se encuentra paralizado, pero el recién elegido papa no hace nada por reactivarlo, en su caso no por falta material de tiempo, como le ha ocurrido a su antecesor Marcelo II que sólo ha gobernado la Iglesia durante 22 días, sino porque su talante teocrático le hace considerarse por encima de los emperadores, reyes, prelados y demás dignidades de este mundo. Él es el papa y nadie ni nada está sobre él, y como tal se basta y sobra para reglamentar la función de la iglesia y la vida de los creyentes. En otras palabras. El papa Caraffa no necesita ningún concilio, la verdad y el dogma los dicta él, y para evitar cualquier tentación desviacionista posee además un eficaz instrumento: su reformada Inquisición o Santo Oficio.

Se inicia la tercera etapa del Concilio de Trento


A causa de la resistencia de FERNANDO I y de CATALINA de Médicis no puede reanudarse hasta la fecha la tercera etapa del Concilio de Trento, con su sesión XVII. Sobre el papel, se han eliminado gran número de abusos y una comisión de cardenales se encarga de supervisar la puesta en práctica de los decretos conciliares. Como diría más tarde el gran historiador alemán Ranke, «el Concilio de Trento, tan violentamente exigido, tanto tiempo evitado e interrumpido, dos veces disuelto, sacudido por tantas tormentas mundanas, había logrado, finalmente, la unión del mundo católico». Y es que a FERNANDO I de Austria, como le sucediera antes a Carlos V, le conviene, más que un concilio condenatorio de las doctrinas luteranas seguidas por un elevado número de sus súbditos, unas asambleas coloquiales de entendimiento y pacto consensual; algo similar pretende CATALINA de Médicis, en cuyo reino va tomando crecido auge el movimiento protestante.

En la sesión XXII del Concilio de Trento, se redacta la doctrina sobre el Santo Sacrificio de la Misa.


En la sesión XXII del Concilio de Trento, se redacta la doctrina sobre el Santo Sacrificio de la Misa. La Eucaristía se define dogmáticamente como un auténtico sacrificio expiatorio en el que el pan y el vino se transforman en la carne y sangre auténticas de Cristo. Reforma de la moral del clero, la administración de fundaciones religiosas y los requisitos para asumir cargos eclesiásticos.