PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833-1840)

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El final de la guerra carlista brinda a los notables locales del País Vasco la gran oportunidad.


El final de la guerra carlista brinda a los notables locales la gran oportunidad. Si al comienzo de la contienda protestaron por cualquier identificación de los Fueros con los insurrectos, al final de la misma les interesa con machacona insistencia presentar la guerra como foral para condicionar la paz al reconocimiento de los Fueros. Para ello, presionan sobre unos carlistas, mucho más interesados en la paz y el reconocimiento de grados y sueldos que por los Fueros, pero, sobre todo, cuentan con el apoyo imprescindible del Gobierno moderado de Madrid. Éste, ante un carlismo dividido, en quiebra financiera y en franca retirada militar, desea evitar un final de la guerra con el triunfo del general Baldomero ESPARTERO y, ante la radicalización democrática, busca una transacción con los carlistas para poder templar el régimen con principios tradicionales y forzar la reforma de la Constitución de 1837.

Las Provincias Vascongadas consiguen conservar los fueros.


La inestabilidad de los gobiernos de ISABEL II y la escasa conflictividad de las Provincias Vascongadas permiten a éstas conservar los Fueros con dos modificaciones al parecer poco importantes, la unificación de la justicia municipal y el paso de las aduanas desde el interior a la costa, que suprimen así el especial régimen de franquicia tradicionalmente establecido. De hecho, sin embargo, hay otros cambios, mucho más profundos, que escapan al control de las leyes.

Bilbao y las otras ciudades vascas se convierten en la cabeza del incipiente desarrollo industrial.


La Primera Guerra Carlista favorece un impulso económico que, estimulado luego por las condiciones impuestas por el moderantismo y por la penetración de capitales europeos, hará de Bilbao, y de las otras ciudades vascas, un elemento de cabeza para el incipiente desarrollo industrial. Pero este desarrollo crea implicaciones que rompen los esquemas limitados de una sola región para extenderse a todo el territorio de la Monarquía. De todas formas la cuestión de los Fueros conserva su carga sentimental. Muchos vascos no saben muy exactamente en que consisten las diferencias jurídicas y administrativas pero les basta con que existan para adherirse a ellas y defenderlas.

La guerra carlista no ha sido una guerra foral.


La guerra carlista no ha sido una guerra foral. Ni los carlistas o tradicionalistas han luchado por los Fueros ni los liberales lo han hecho en contra. No ha sido un problema de patrias, sino el conflicto entre dos modelos de una única patria española. Si mediada la guerra han aparecido alusiones a los Fueros en el bando carlista ha obedecido a la intención de atraerse a los notables locales, que sí estan muy interesados en conservar unos Fueros que institucionalmente les permiten el control de la provincia y son los que más se benefician de una fiscalidad privilegiada.

Los carlistas de Catalunya y de la zona Centro, no han admitido el “Abrazo de Vergara”.


Los carlistas de Catalunya y de la zona Centro (a la izquierda de Valencia, Aragón y Catalunya), entre ellos el general carlista Ramón CABRERA, no han admitido el “Abrazo de Vergara” y, en consecuencia, prorrogan la guerra. En la fecha, el general carlista Ramón CABRERA pierde Morella y es vencido por Baldomero ESPARTERO que saquea e incendia su rico archivo municipal. Por todo ello ESPARTERO recibirá el título de marqués de Morella. Las guerras carlistas significarán sin duda, la inflexión de la historia de esta ciudad, a pesar de que ISABEL II la designará capital de la Comandancia General del Maestrazgo, estableciendo una importante guarnición militar hasta bien entrado el siglo XX.