CAUSAS DEL CISMA DE ORIENTE.

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En el Concilio “Quinisexto” se aprueban una serie de medidas disciplinarias que Occidente no admite.


En el Concilio “Quinisexto”, hay un deseo de promulgar una serie de normas disciplinarias que no han abordado los dos concilios anteriores. En realidad se sabe muy poco de este concilio, pues sus actas no llegarán hasta nosotros. Sí sabemos que sólo asisten obispos de Oriente y que muchas de las medidas disciplinarias que se adoptan son, en realidad, un intento de adaptar Occidente a las costumbres orientales. Se confirma en él la disposición del concilio de Calcedonia, que concede al patriarca bizantino jurisdicción sobre? toda la Iglesia de Oriente. Se refleja en todos sus cánones una profunda aversión hacia Occidente.

El Papa SERGIO I se niega a firmar los acuerdos del Concilio de Constantinopla celebrado en 692.


A pesar de su mentalidad oriental, el Papa SERGIO I se niega a firmar los acuerdos del III Concilio de Constantinopla ya que concede al patriarca bizantino jurisdicción sobre toda la Iglesia de Oriente, jurisdicción que nunca ha sido aceptada por Roma porque supone, en la práctica, equiparar a la Santa Sede con Constantinopla. Por ello este concilio no figura en la lista de concilios ecuménicos de la Iglesia Católica, aunque sí en la de la Iglesia ortodoxa griega, tras la ruptura con Roma. Esta negativa del papa SERGIO es en realidad el primer acto del proceso de ruptura Oriente-Occidente, que se va a ir desarrollando a lo largo de los años, hasta llegar a la separación definitiva. El emperador JUSTINIANO II intentará raptar al papa, lo que no conseguirá por la defección de sus propios soldados. Esta desobediencia marca todo un precedente. De hecho, es la primera vez que una orden imperial no se cumple en Roma.

El Papa convoca un concilio en Roma en el que excomulga a los iconoclastas.


En la fecha, el nuevo Papa, GREGORIO III, convoca un concilio en Roma en el que amenaza con la excomunión a los iconoclastas (quien destruye pinturas o esculturas sagradas, iconos). De hecho, el emperador LEÓN III el Isáurico ha intentando hacer firmar al papa un edicto prohibiendo las imágenes en los templos. El papa se ha negado, con lo que las relaciones Roma-Bizancio se enfrían aún más. Durante el siglo VIII, los iconoclastas, imbuidos de rigor religioso, temen que la veneración de las imágenes de Jesucristo, de la Virgen y de los santos -los iconos- degenere en idolatría. Las polémicas religiosas apasionan a todos los bizantinos, desde el emperador hasta el pueblo. La Iglesia bizantina y la Iglesia de Roma se disputan la dirección del mundo cristiano. Las diferencias litúrgicas y las querellas entre el papa de Roma y el patriarca de Constantinopla se irán sucediendo hasta que se produzca el cisma definitivo de 1054.

CONSTANTINO V, emperador de Bizancio, legitima la herejía iconoclasta.


Bizancio olvidándose de sus próximos y poderosos enemigos malgasta sus energías en la lucha entre ortodoxos e iconoclastas. CONSTANTINO V, emperador de Bizancio, reúne en el año de la fecha un sínodo en Constantinopla -conocido por Concilio de Hieria-. Parece que no es invitado el papa ni los patriarcas de otras sedes. Preside el concilio Teodoro de Efeso, decidido enemigo de las imágenes (iconoclasta) y asisten 338 padres conciliares. Se condena el culto y la fabricación de imágenes haciendo legitimar la herejía iconoclasta y excomulgando a sus opositores. Los monjes se opondrán a estas decisiones, y muchos serán perseguidos. Incluso, algunos morirán en el martirio. Este concilio, que se pretende sea el séptimo ecuménico, nunca será reconocido por la Iglesia. Las decisiones del sínodo se implantan por la fuerza. Todos los obispos del Imperio son obligados a firmar las decisiones del sínodo. Algunos monjes serán martirizados: el abad Esteban (764). Otros emigran a occidente.

El Papa ESTEBAN y PIPINO III el Breve se entrevistan para tratar sobre la amenaza de los lombardos que han conquistado Rávena.


A pesar del acuerdo de paz -por veinte años- firmado en 741 entre el papa ZACARÍAS y el rey de los lombardos Liutprando, ASTOLFO, actual rey de los lombardos, ha violado el acuerdo conquistando Rávena. Amenazado en Roma por los lombardos, el papa ESTEBAN, que ya no puede contar con la ayuda del emperador de Constantinopla, acaba por buscar refugio junto a PIPINO. En la fecha, ESTEBAN y PIPINO se encuentran en Ponthion, al sur de Chalons-en-Champagne, al nordeste de la actual Francia, donde ESTEBAN es objeto de una calurosa acogida. Al día siguiente tiene lugar la procesión penitencial y la postración del papa y de su entorno, tras de lo cual ESTEBAN recibe enseguida una respuesta del rey que excede con mucho sus más optimistas expectativas. Ambos personajes siguen durante varios meses celebrando una serie de encuentros que culminarán con el que tendrá lugar en Pascua cerca de Laon.

PIPINO vence a los lombardos y entrega la región de Rávena al Papado. “Donación de Pipino”. Aparece el Estado Pontificio.


PIPINO promete ayudar al papa ESTEBAN y al pueblo de Roma y sabrá cumplir perfectamente su promesa. Pero PIPINO va más allá y garantiza por escrito a la sede de San Pedro la posesión legítima del ducado de Roma, la posesión de Rávena y el territorio del antiguo exarcado así como también otros extensos territorios al norte y al este del ducado que estaban en poder de los lombardos y que se extendían hasta el exarcado. Esta garantía, conocida como la “Donación de Pipino” constituye el origen y el fundamento de los Estados Pontificios. Desde este momento queda reconocido jurídicamente el Estado Pontificio. La nueva dinastía -posteriormente denominada Carolingia por su miembro más destacado, CARLOMAGNO (768-814)- se consolida con esta alianza. Pipino trata de negociar con ASTOLFO la entrega de los territorios que ha prometido al papa; pero, como cabía esperar, ASTOLFO se niega a ello.

ESTEBAN unge a PIPINO, a su esposa y a sus hijos y les concede el título de “Patricio de los romanos”


A cambio de la ayuda de los francos contra los lombardos, el papa ESTEBAN II (III) aprueba la pretensión al trono de los carolingios y, en la fecha, unge (consagra) a PIPINO y a sus hijos CARLOS y CARLOMÁN con los óleos sagrados, al igual que los profetas ungieron a los reyes bíblicos de Israel. Con este gesto, el Papa pone sobre la dinastía de los carolingios el sello final de aprobación y proclama ante todo el mundo su legitimidad a los ojos de la Iglesia y de Dios quedando por consiguiente, situados en un plano superior al de los laicos. Además, concede al rey y a sus hijos el nobilísimo título de «patricio de los romanos», un título que anteriormente ha sido exclusivo del exarca, con lo que viene a significarse que la protección temporal del obispo de Roma pasa de aquél -es decir del Imperio bizantino- a los reyes francos. Queda instaurado el poder de los carolingios. A partir de PIPINO, los reyes pretenderán recibir su dignidad de Dios y actuar según el derecho divino.

En una rápida campaña, PIPINO invade Italia para que se cumplan sus promesas a favor de la Santa Sede.


En una rápida campaña, PIPINO invade Italia para que se cumplan sus promesas a favor de la Santa Sede, y en agosto del mismo año (754) ya ha derrotado a ASTOLFO y le ha obligado a obedecer. El papa, que ha acompañado al ejército de PIPINO, regresa a Roma después de la campaña y recibe una calurosa bienvenida. ESTEBAN ha logrado lo imposible.

Retirados los francos, ASTOLFO incumple su compromiso y, por añadidura, pone sitio a Roma. Es vencido por PIPINO que ha regresado.


La celebración en Roma por la amistad con PIPINO resulta prematura. Retirados los francos, el rey lombardo, ASTOLFO, incumple su compromiso y, por añadidura, pone sitio a Roma. Esteban se ve obligado a apelar de nuevo a PIPINO, el cual, aunque bastante reacio a atravesar Italia de nuevo, acaba accediendo a las reiteradas peticiones del papa. PIPINO, pues, se encuentra con las fuerzas de ASTOLFO y las derrota. PIPINO hace “donación eterna” a San Pedro en la persona del Papa, del Exarcado de Rávena y de la Pentápolis (Sinigaglia, Fano, Pessaro, Rimini, Acona). Esta vez los lombardos no volverán a levantarse de inmediato, en parte por lo aplastante de la victoria de PIPINO, y en parte porque ASTOLFO muere poco después sin dejar heredero.

CONSTANTINO V, exige a PIPINO III el Breve la devolución de las ciudades que le ha arrebatado.


El emperador de Bizancio, CONSTANTINO V, exige al franco PIPINO III el Breve la devolución de las ciudades que le ha arrebatado en Italia, pero el rey franco se niega tajantemente diciendo que jamás devolverá lo que ya ha dado a la Iglesia y que no ha luchado con los lombardos a favor de los bizantinos, sino a favor de San Pedro.